domingo, 24 de diciembre de 2017

LA NAVIDAD SEGÚN LOS EVANGELIOS APÓCRIFOS


José y María se refugiaron en una gruta, tal como puede apreciarse en las pinturas de la antigüedad,  esto aparece en el Protoevangelio de Santiago, en el cual se añade el brillo de la estrella, y la circunstancia de que, tres días después, se trasladaron a un establo y pusieron al niño en un pesebre, sitio en donde fue adorado por el asno y el buey, detalle que también aparece en miles de estampas y cumple con la profecía de Habacuc.
Cuando María comienza con el trabajo de parto, José corre en busca de una partera.
Mientras José sale en busca de ayuda, en el momento preciso del nacimiento de Jesús, la tierra se une con el cielo por unos cuantos segundos y todas las cosas permanecen quietas, sin moverse. El viento y los pájaros se paralizan. Los camellos no se mueven frente a una cascada. La gente ha quedado fija. Un pastor luce inmóvil, con su bastón en alto, mientras que un alfarero amasa un jarro nuevo, sin que ambas manos se encuentren la una con la otra.
Al regresar José a la cueva junto a la comadrona encuentra una luz intensa en la gruta y al niño recién nacido, mientras María lo envuelve en pañales. La comadrona se niega a aceptar que María ha alumbrado sin ayuda.
Anticipándose más de 30 años a la incredulidad de Santo Tomás, la partera toca el vientre de María y al instante la mano se le seca.
Un ángel intercede, luego de que ella se arrepiente, ya que ha sido una buena mujer que nunca cobró a las familias pobres y la mujer recupera la movilidad y frescura de su mano.

La visita de los REYES MAGOS

El Evangelio del Pseudo Mateo, que en el arameo de origen se tituló Libro sobre el nacimiento de la beata Virgen y la infancia del Salvador, afirma que los magos no llegaron a adorar a Jesús pocos días después de su nacimiento, sino al cabo de unos dos años, versión de la historia que concuerda con la decisión de Herodes de mandar exterminar a todos los niños menores de dos años; una vez en casa de María y José, los viajeros les ofrecen dones espléndidos, luego cada uno regala al Niño una moneda de oro y, finalmente, le ofrecen –también a modo invidual– un regalo distinto: oro, incienso y mirra, de ahí el número de tres reyes magos que se ha creído hasta la fecha de hoy.
Por su parte, los manuscritos Hereford-Arundel ofrecen la descripción detallada más antigua de estos sabios: vestidos con calzones sarabare típicos de Irán y amplios trajes, color de piel oscuro y gorros frigios, es decir, ataviados con la típica ropa persa o escita.
En esta versión, Herodes entrega a los Reyes Magos “un anillo en que va engarzada una preciosa piedra real, sello incomparable que le envió como presente el rey de los persas; y nos mandó que ofreciéramos este don al niño”, además de confiarles como obsequio para el rey recién nacido su regia diadema con una blanca mitra.
El relato de los magos se vuelve más rico y complejo en el Evangelio árabe de la Infancia, redactado en árabe y sirio, que recuerda que existía una profecía de Zaradusht (Zaratustra), “quien inventó las ciencias de la magia”, sobre el nacimiento del Niño, al que los magos persas ofrecen los dones del oro, el incienso y la mirra. Tras la veneración y en prueba de agradecimiento, María les entrega uno de los pañales recién usados por Jesús, con el que emprenden el viaje de regreso a su patria. Allí los recibieron reyes y príncipes, ante quienes honraron el regalo siguiendo sus costumbres de adoradores del fuego: encendieron la chimenea de palacio, adoraron el fuego y arrojaron a las llamas el pañal, que no sufrió combustión alguna por el elemento sagrado.
Tras recuperar el pañal, los magos lo besaron, se lo pusieron en los ojos y la cabeza en señal de adoración y lo incorporaron a la cámara del tesoro, junto a otras maravillas recogidas en sus diferentes viajes alrededor del mundo.

lunes, 18 de diciembre de 2017

LA PESTE, MUERTE NEGRA





La aparición de la peste (“muerte negra”) que asoló Europa sucedió en el siglo XIV (entre los años 1348 y 1361). Se originó en Asia y fue diseminada por mercaderes italianos desparramándose por casi toda Europa además de India, China y Rusia, ocasionando la disminución de la población euroasiática en un cuarto del total (unas 24 millones de personas).

En esa época la muerte era una presencia cercana y su tratamiento estaba naturalizado. Las personas morían en las calles, junto con los animales, sin asistencia y en las peores condiciones de higiene  también era común la muerte violenta y/o repentina  muy pocos recién nacidos llegaban a los 5 años y los pocos que llegaban debían sortear hambrunas y plagas, ambas asociadas de tal manera que una mala cosecha significaba una muerte segura, las personas malnutridas no podían hacer frente a una epidemia.
A parte de las ratas negras que eran portadoras de muchas enfermedades, se piensa que el principal difusor de la enfermedad fueron las pulgas que se escondían entre los tejidos poniendo en peligro a muchas profesiones relacionadas con el ámbito textil, las ropas y vestiduras fueron portadoras de la enfermedad. Pronto se dieron cuenta de este hecho y se comenzaron a realizar medidas para poder frenar el contagio, entre las medias estaban la quema de ropa de los contagiados y la prohibición de llegada de cargamentos a las costas con materiales textiles.
Entre la búsqueda de causantes de la enfermedad, las sociedades del momento acusaron a los judíos de envenenar los pozos de las ciudades, por lo que comenzó la expulsión de muchas comunidades judías por Europa.

LOS MÉDICOS
Estos singulares personajes se encargaban de atender a todas aquella personas víctimas de las peste, tanto a ricos como a pobres. Se sabe que estos médicos en realidad no eran profesionales de la salud con instrucción tradicional, sino que eran personas que no habían terminado la carrera de medicina o que no habían logrado establecerse como médicos exitosos.  
Quizá lo más extraño de estos pseudo médicos eran los raros disfraces con forma de ave que portaban. La razón de tan singular traje radicaba en que en aquel tiempo se pensaba que la peste se contagiaba por vía aérea y que era capaz de penetrar a través de los poros de la piel. De esta forma los médicos decidieron usar trajes de cuero, gafas, sombrero de ala ancha y  un enorme abrigo de cuero que llegaba hasta los tobillos. 
También usaban una vara que los médicos usaban para mantener a raya a las personas que se les acercaban demasiado o para examinarlos sin necesidad de tocarlos. Y como complemento se encuentra la máscara con pico de ave. Los médicos rellenaban la zona del pico con plantas aromáticas con lo cual conseguían disminuir los olores y además, la forma de ave de la máscara obedecía a que pensaban que los pájaros eran quienes transmitían la enfermedad, por lo que suponían que de esta forma espantarían o alejarían a las aves que pretendieran acercarse a ellos. 
Estos médicos trataron de curar la peste negra con singulares remedios, como poner sapos o sanguijuelas  sobre las heridas con los cuales pretendían “equilibrar los humores” quienes supuestamente ayudaban a mantener en armonía la salud de las personas.

jueves, 7 de diciembre de 2017

GLADIADORES, SANGRE EN LA ARENA


Criminales, esclavos y hombres libres combatían como gladiadores en la arena de los anfiteatros. Muchos morían, pero algunos se convertían en verdaderos ídolos de las multitudes. Se les había privado de libertad, eran bienes de mercado y estaban entrenados para matar. Sin embargo, los gladiadores encarnaban los valores de masculinidad exaltados por la sociedad romana, y podían convertirse en héroes populares y objetos de deseo para las mujeres. Su profesión, la gladiatura, no estaba destinada tan sólo al combate, sino que ofrecía un entrenamiento dirigido a desarrollar las virtudes guerreras y a fomentar el arte de la espada (gladium, de la que toman el nombre), según unas reglas estrictas.
El ingreso en el oficio podía deberse a circunstancias muy dispares, aunque no todos los que perdían la vida en la arena de un anfiteatro podían ser considerados gladiadores.
Numerosos criminales de condición libre, condenados a morir degollados por la espada a la vista del pueblo, eran ejecutados durante el intermedio que separaba el fin del combate matutino con fieras (venatio), y el espectáculo gladiatorio (munus), que se desarrollaba a partir de mediodía.
A diferencia de aquéllos, los condenados a trabajos forzados podían convertirse en luchadores profesionales al cumplir parte de su pena en una escuela de gladiadores o ludus, donde un maestro los entrenaba para luchar de forma ejemplar. Junto a ellos figuraban esclavos vendidos por piratas a un comerciante de gladiadores (lanista) o entregados por sus propios amos, así como libertos y hombres libres que buscaban en la gladiatura un medio seguro para conseguir un sueldo fijo, premios sustanciosos y gran popularidad. Forzados, esclavos, libertos o libres, todos podían formar parte de una misma familia gladiatoria, que convivía en el seno de una escuela. Al ingresar en el ludus, cada alumno se especializaba en un arma distinta, que distinguía a cada tipo degladiadores: samnitas, provocatores, retiarios, tracios, murmillones, essedarii o sagitarios.
El adiestramiento estaba confiado a un maestro, el doctor o magister, cargo desempeñado generalmente por un antiguo gladiador veterano, que sólo iba al ludus durante los entrenamientos. Los aprendices practicaban con un florete de madera y se batían contra una estaca fijada en el suelo. Con una mano sostenían la espada y con la otra, un escudo de mimbre. Estos ejercicios recibían el nombre de batualia, del que deriva nuestra palabra batalla. Las armas se mantenían siempre fuera de su alcance, custodiadas en un arsenal del que únicamente podían extraerse con la autorización y vigilancia de un procurador.
En muchos aspectos, la vida en un ludus era semejante a la vida en la prisión. Los gladiadores se alojaban en pequeñas celdas y los condenados pasaban la mayor parte del tiempo encadenados.
Algunos gladiadores fueron tan populares que merecieron poemas, en los que eran comparados con héroes míticos como Meleagro o Jasón, modelo de virtudes guerreras, y los niños grababan sus figuras y nombres en las paredes de sus casas. Otros, por su bravura o belleza, recibieron protección imperial o hicieron perder la cabeza a emperatrices como Faustina, esposa de Marco Aurelio, de la que se dice que engendró a Cómodo con un gladiador del que estaba enamorada.
Numerosas mujeres pagaban sumas desorbitadas para pasar la noche con un gladiador e incluso algunas ponían como condición que no se lavaran después de la lucha o la competición.

Fuente: National Geographic

lunes, 4 de diciembre de 2017

VITTORIO DE SICCA, EL SCHINDLER ITALIANO

Entre 1943 y 1944 se rodó en Roma "La puerta del cielo", película dirigida por Vittorio de Sica y producida por el Vaticano. El rodaje se realizó en la Basílica de San Pablo Extramuros.
Roma vivía en 1943 una aparente normalidad, pese a ser una ciudad ocupada por la Alemania nazi.
La acción se desarrollaba en un tren hospital que se dirigía a Loreto, buscando un milagro. Viajaban en él un joven paralítico huérfano, una pianista con una mano paralizada y un obrero ciego, acompañado por otro compañero de infortunio.

La película, que llegó a los cines en 1945, no fue, sin embargo, un trabajo más. Vittorio De Sica fue el único que conocía una de las condiciones impuestas por el Centro Católico Cinematográfico: acoger como extras y técnicos a unos 300 refugiados, judío, aliados y perseguidos antifascistas, que debían figurar con nombre supuestos para salvarlos de una muerte segura.  Se los alojó en la Basílica de San Pablo Extramuro.
La grabación se alargó justo hasta el día antes de la llegada de los aliados, lo que ocurrió el 5 de junio de 1944. La película, en cambio, pasó sin pena ni gloria.

Una curiosidad
Como delegado de la producción fue elegido un joven Monseñor que trabajaba en la Secretaría de Estado, se llamaba Giovanni Battista Montini. Un día pidió encuadrar unos planos, desconociendo que si lo hacía debía pagar un refrigerio al equipo por la molestia causada. Era una costumbre, pero nadie se atrevió a recordárselo al Monseñor. Fue Vittorio de Sicca quien rompió el hielo, obligando a Montini a pagar una ronda de capuccinos con bollos. Aquel Monseñor llegó en 1963 a Papa, adoptando el nombre de Pablo Vl.

 
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